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lunes, enero 16, 2006

La Sed Insaciable

El ser humano tiene una gran capacidad de superar las dificultades que le presenta la vida. Más aún, cuando un ser humano se ve avocado a la frustración, entonces aparece en su horizonte las distintas soluciones para afrontar tal situación.

El ser humano tiene una “sed existencial insaciable” que le lleva a buscar “el agua viva que sacie esa sed”. Y esa “sed existencial” solamente puede ser satisfecha por el amor, ya que somos “animales con capacidad de amar y ser amados”.

¡No nos engañemos: las soluciones que van por el camino del tener y del apego lo único que hace es hundirnos más aún en el pozo, y nos aumenta con desgarro la sed, aunque al principio parezca que la quita!

¡Somos “animales con capacidad de amar y ser amados” y el secreto de la felicidad está en peregrinar por sus veredas!

Y dijo el profeta: En ocasiones, los hombres se angustian en su tránsito.

¡Si, en medio de sus días, huidizos en sus contornos, intentan encontrar una verdad que haga palidecer sus huecos y despejar sus miedos!

¡Si, en medio de sus afanes, la mayoría de las veces cargas pesadas en su centro, buscan un reposo que les haga serenar su alma y olvidar sus cansancios!

Y es en ese momento atroz, herido en sus adentros, el alma busca aquello que les satisfaga en lo hondo, descubriendo sin mucho esfuerzo, que lo verdaderamente cierto es su “capacidad de amar y ser amado”
Y esa ansia de amor, tan abundante como insaciable, será colmada sin defecto en el ámbito de lo eterno y en la apertura de lo “Totalmente Otro”.

El hombre mismo, en su esencia más profunda, es un “animal hambriento de amor” y con “capacidad de amar y ser amado”.

En su más auténtica contemplación, desde un esquema ascendente de necesidades, el ser humano es un peregrino en los caminos de la vida que reclama amor, solamente amor.

Muchos piensan que esa sed interior puede ser satisfecha con cosas. Y asocian la felicidad al concepto tener… Y descubren, no sin haber recorrido el camino sin éxito, que los bienes no satisfacen al hombre en lo hondo.

El hombre mismo en su tendencia a “lo infinito en su finitud” descubre que su capacidad de amar no puede reducirse a sus “pequeños amores”, sino que alcanza al Misterio en toda su profundidad y en toda su grandeza.

Y descubre, en algunos recodos del camino, que el ama en el interior mismo del Amor, que es Dios.

Francisco Baena

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