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miércoles, septiembre 14, 2005

Día de la Santa Cruz

Siendo hoy el día de la Santa Cruz, pondre algunos de los textos que mas me gustan acerca del tema escencial del Cristianismo...

«El centro de la teología y de la fe cristiana es el misterio Pascual del Dios de Jesucristo, misterio celebrado sacramentalmente en la Eucaristía, y en el que se puede dar la comunión profunda con Dios, pues Dios es precisamente eso, el amor hasta la muerte de sí, expresado en la cruz de Cristo, por la gloria y felicidad del otro que se realiza en la resurrección de Cristo.»

El cristianismo no es una gnosis o un sistema de ideas, o una mera expresión cultural, sino ante todo la expresión del verdadero significado histórico y escatológico de la existencia humana que se nos da en el don de Jesucristo. De ahí que en Jesucristo descubrimos nuestra propia identidad en la historia. Esta identidad es la de configurar nuestro ser en sí como ser en sí para los otros, acogiendo la misión correspondiente a la vocación irrepetible que todos recibimos en Jesucristo. Vivir en estado de misión nos ilumina sobre el sentido de la libertad humana. No se es libre primero, para después decidir de la vida, sino que se decide uno por el amor, el amor de Dios en Jesucristo, y este amor es la verdad que nos hace libres. En otras palabras, la libertad es un aspecto del amor. Lo racional es el amor, pues la verdad del intelecto es el amor. Para Ratzinger, y al riesgo de repetirnos, el amor es sacrificial o no es amor. Es pues nuestra participación en la cruz de Cristo en que realizamos el amor de manera auténtica. Pensar en que puede haber progreso verdaderamente humano en la sociedad, ya bien sea en las relaciones sociales, políticas, o económicas, sin el amor personal, sacrificial y participativo del amor pascual de Cristo, está en contradicción con la revelación de Dios en Jesucristo y constituye una extraordinaria osadía que nos hace creernos más poderosos que Cristo.

Extractos de esta página

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«Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado. Pídeme y haré de las gentes tu heredad,te daré en posesión los confines de la tierra.»

Aquí comienza la utilización del texto por parte de la comunidad cristiana. Probablemente el salmo comenzó a aplicarse a Jesús en el contexto de la fe en la resurrección. La comunidad pensó que la resurrección de Jesús que ella aceptaba era el momento en el que se realizaba realmente el salmo. La paradoja es ciertamente grande. Es una contradicción creer que el que ha muerto crucificado en el Gólgota es el individuo de quien habla este salmo. ¿Qué significado tiene tal uso? Afirma que la esperanza en el rey futuro de Israel se realiza en el crucificado y resucitado a los ojos de la fe. Expresa la convicción de que aquel que murió en la cruz; aquel que renunció al poder del mundo (en el trasfondo oímos el temblor de los reyes de la tierra, el aniquilamiento con el bastón férreo); aquel que prohibió la espada y no envió a otros a la muerte, sino que él mismo murió por ellos; aquel que vio el sentido de la existencia humana no en el poder y en la autoafirmación, sino en el radical ser para los demás; es más, aquel que fue ser para los demás, de lo que es signo la cruz, a ése Dios le dice: «Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado»

La idea del rey aplicada a Jesús se entrecruza con la idea de esclavo; en cuanto rey es esclavo y en cuanto esclavo de Dios es rey. Esta unión tan fundamental para la fe en Cristo se prepara ya terminológicamente en la traducción griega del Antiguo Testamento: la palabra "pais" con la que se denomina al siervo de Dios puede significar también hijo; a la luz del acontecimiento Cristo tal duplicidad en el sentido puede aludir a la íntima identidad en la que ambas cosas se unen en Jesús.

La simultaneidad de hijo y de siervo, de gloria y de servicio, que suponía una plena explicación de la idea real y de la idea filial, ha encontrado su formulación exacta en la carta a los filipenses (2, 5-11), escrita en el ambiente cristiano palestinense. Se alude ahí a los sentimientos de Cristo que siendo igual a Dios no codició tal semejanza, sino que descendió a la nada del esclavo hasta el pleno vaciamiento. La palabra evacuatio empleada por el texto latino alude a esta traducción, a que se ha vaciado, a que abandonando su ser para sí, ha entrado en el puro movimiento del para. Pero precisamente ahí, como muy bien dice el texto, es el Señor de todo el universo ante quien éste realiza la proskynesis, es decir, el rito y el acto de sumisión. El que voluntariamente obedece, se convierte en dominador; el que ha bajado a la nada de su vaciamiento se convierte, por eso mismo, en el Señor del mundo. Por otro camino, pues, llegamos a lo que antes afirmábamos al hablar del Dios uno y trino: el que no se apropia de nada, sino que es pura relación, se identifica con el absoluto, con el Señor. El Señor ante quien se inclina reverente el mundo es el cordero sacrificado que presenta la existencia como puro acto, como puro - para -. La liturgia cósmica, el homenaje del universo, gira en torno al cordero (Apoc 5).

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La palabra Padre permanece abierta en cuanto a sus puntos de referencia y vincula el primer artículo de la fe con el segundo; alude a la cristología y refuerza así la unión de las dos partes del Credo, de modo que las afirmaciones sobre Dios sólo son completamente claras cuando se mira al Hijo. Por ejemplo, lo que significa omnipotencia y pleno dominio, sólo se ve cristianamente en el pesebre y en la cruz. Sólo aquí, donde Dios, Señor del universo, entra en el ámbito de la impotencia al entregarse a su diminutas criaturas, puede formularse en verdad el concepto cristiano de omnipotencia. Nace así un concepto nuevo del poder, del dominio y del señorío. El poder supremo se revela en que tranquilamente puede renunciar a todo poder, en que es poderoso no sólo por la fuerza, sino sobre todo por la libertad del amor que al ser rechazado se muestra más potente que los victoriosos poderes del mundo.

Extractos de Introducción al Cristianismo de J.Ratzinger, disponible en en enlace que aporto en el menu de este blog.

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