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martes, octubre 18, 2005

La Mortificación como entrega...

Dios quiere nuestro amor y no estará satisfecho con ninguna otra cosa. Lo que nosotros hagamos no tiene valor fundamental para Dios, porque El puede hacer Io mismo con un solo pensamiento; o con gran facilidad puede crear otros seres que hagan Io mismo que nosotros hacemos. Pero el amor de nuestros corazones es algo único que ningún otro puede darle. Él podría hacer otros corazones que le amasen, pero una vez que nos ha dado la libertad, el amor de nuestro corazón particular es algo que sólo nosotros podemos darle" (E. Boylan, El amor supremo I, Madrid, Rialp 1957, pág. 121).

Dios, como se ve, se empeña en querernos y es su deseo que le correspondamos en la medida de nuestras fuerzas.

Por eso cuando nos manifiesta su divina voluntad, lo primero que nos dice, lo primero que nos enseña es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón (Lev 19,18).

El amor a Jesucristo no es una cuestión de sentimientos. Quiere decirse con esto que para participar en su Pasión no basta tener un corazón sensible que se conmueva al meditar los sufrimientos que padeció por nosotros. Si Dios nos ha concedido la gracia de emocionarnos al considerar tanta generosidad por su parte, debemos agradecerlo, pero no deberíamos caer en el error de considerar que con esa compasión o con esas lágrimas ya hemos hecho bastante y estamos participando verdaderamente en su cruz. «Amor con amor se paga ». Pero la certeza del cariño la da el sacrificio. De modo que ¡ánimo niégate y toma su cruz. Entonces estarás seguro de devolverle amor por Amor (J. Escrivá de Balaguer, Vía Crucis, Madrid, Rialp 1981, V Estación, punto l).

Es cuestión de empezar y de seguir, que aunque se trate de cosas pequeñas, su valor estará en hacerlas con amor. Hacedlo todo por Amor. --Así no hay cosas pequeñas: todo es grande.-- La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo (Ibídem, N.º 813). Mucho amor de Dios supone la aceptación incondicional de esas dificultades en las que de alguna manera se manifiesta la divina Voluntad. Recordemos que la prueba de ese amor está en la alegría, en esa alegría que cuando falta hace que se pierda parte del mérito que tienen las buenas obras. Es el mismo Jesús quien nos lo dice: Cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu cara, para que los hombres no conozcan que ayunas, sino únicamente tu Padre que está presente a todo (Mt 6, 9).

Si de verdad queremos participar de la Pasión de Cristo, que se dio a sí mismo en rescate por todos (1 Tim 2,6), hemos de estar dispuestos a aceptar la mortificación y a sobrellevar con perseverancia esas pequeñas o grandes cosas que nos hacen sufrir, con el pensamiento puesto en Jesús que padeció por nosotros, dándonos ejemplo pava que sigamos sus pisadas (1 Pet 2, 21).

El resto...

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